Hace 10 años, habilité con una gran ilusión mi primer curso de Mindfulness. Ya que este mes se cumple una década del inicio de esta aventura, me pareció oportuno compartir algunas reflexiones sobre el origen de este espacio.
El nacimiento de Mindfulness Paraguay fue fortuito, pues hasta 2013 estaba viviendo en Sudáfrica con mi familia y la intención era quedarnos allá hasta que pasaron varios hechos que nos llevaron a tomar la decisión de regresar. Luego de 4 años de vivir en la ciudad de Pretoria volvimos a finales de 2013. Con una familia que mantener y cuentas que pagar, me vi ante la necesidad de generar ingresos, por lo que empecé a ofrecer mi primer curso de Mindfulness. Creo que esta decisión estuvo influenciada por mi ingenuidad de aquel entonces pues pensaba que esto iba a funcionar. Hoy sé que las cosas pueden o no despegar, que la vida es incierta y nada está garantizado. En este caso, creo que ciertos factores confluyeron para que este proyecto tomase forma. Lo crucial fue haber encontrado personas que demostraron interés en este ofrecimiento y se inscribieron al programa. Mi primer curso empezó en febrero de 2014 y estuvo conformado por un grupo pequeño. Considerando que estaba dando mis primeros pasos en este rol, fui afortunado de contar con participantes amables, comprensivos y pacientes. En esos primeros encuentros, recuerdo haber sentido mucha ansiedad y nerviosismo. Por suerte, pude encontrar la manera de completar los temas y ejercicios que debía desarrollar en esas sesiones. En fin, experimenté las vicisitudes normales de alguien novicio en su trabajo. Para mí, es un milagro que este mismo curso al que llamamos "Programa de Reducción de Estrés basado en Mindfulness" se haya mantenido por 10 años, con los desafíos y altibajos que supone emprender algo. Es por eso que siento una inmensa gratitud, porque esto no fue un esfuerzo en solitario a pesar de que me suelo considerar un trabajador independiente. Fue posible gracias al apoyo de muchas personas, desde cada participante que confió en este espacio hasta las personas que me brindaron la oportunidad de promocionar este trabajo o recomendaron el curso a otros. El apoyo de mi familia fue fundamental, en especial el de mi esposa y mi mamá, quienes fueron y siguen siendo un soporte muy valioso e importante a lo largo de estos años. Me siento muy afortunado de poder continuar con esta labor y experimento una gran satisfacción al ser testigo de la transformación que la práctica del Mindfulness nos proporciona día a día, momento a momento.
0 Comentarios
Es muy común que en estos primeros días del año nos propongamos metas y resoluciones para los próximos 12 meses, elaborando listas y planeando todo lo que nos gustaría lograr o cambiar.
Muchos de esos objetivos son ambiciosos y giran en torno a nuestra salud, familia, trabajo, estudios, finanzas, posesiones, relaciones, etc. Es probable que sean metas que ya nos planteamos en años anteriores, pero que no las pudimos cumplir debido a múltiples razones. Entonces, volvemos a intentarlo, esperando alcanzarlas de una vez por todas. Incluso, podemos tener altas expectativas de cómo nos gustaría que sea aquello que anhelamos. A veces, las cosas, experiencias o cambios que deseamos son desmedidos o poco realistas, por lo que sentimos frustración, decepción e insatisfacción ante el nulo o poco progreso para conseguirlos. Tampoco ayuda que estamos constantemente expuestos a mensajes que provienen de la publicidad y el marketing que tratan de convencernos de que nos falta algo, lo cual nos hace sentir en un permanente estado de carencia. Creo que lo descrito anteriormente nos sucede a casi todos, por lo que me pregunto: ¿Cuál sería una forma más sostenible de hacer esta planificación anual? Esta indagación me trae a la mente un proverbio africano que dice: "El elefante se come un bocado a la vez". Ante los grandes retos, podemos empezar con un "baby step" como dicen en inglés, un pasito de bebé en la dirección donde queremos avanzar, soltando el impulso de obtener el resultado esperado, lo cual está fuera de nuestro control. Además, podemos reflexionar si ese objetivo que buscamos nace realmente de una necesidad genuina que nos moviliza a alinear nuestras intenciones y valores con nuestras acciones o si responde a un mero querer porque sí, a un deseo fugaz y superficial motivado por factores externos, impuesto por otros. Así, tal vez, lleguemos a distinguir aquellas metas nobles, profundas que merecen la pena que las procuremos conseguir de las que simplemente podemos prescindir, pues ha llegado el momento de dejarlas ir. En marzo de 2023 estuve en Uruguay participando de la primera edición del Programa Fundacional de Liderazgo Ecosistémico Latinoamérica y tuve el enorme privilegio de conocer personalmente a Otto Scharmer, PhD con quien vengo estudiando de forma virtual desde el 2015.
Si aún no escuchaste sobre su innovador trabajo, te recomiendo que realices una búsqueda en internet y así puedas explorar los numerosos recursos que ofrece, ya sean sus artículos, videos, cursos, podcasts, etc. Otto es profesor titular e investigador del MIT Sloan School of Management, creador de la Teoría U y cofundador del Presencing Institute. Autor de varios libros, es considerado uno de los pensadores sistémicos más influyentes de la actualidad, referente mundial en innovación y cambio organizacional y social, además de catalizador de movimientos de transformación global en múltiples niveles y sectores. Haber participado de un entrenamiento presencial con él y su equipo durante una semana fue una experiencia transformadora muy valiosa para mí. Como le dije a Otto, verle cara a cara luego de tomar sus cursos online durante 8 años me hizo sentir que estaba viviendo algo inverosímil, como un sueño hecho realidad. Además, la calidad del programa, las metodologías y prácticas desarrolladas, así como el talento y la diversidad de los más de 180 participantes de todos los rincones de nuestra América Latina confluyeron para que obtuviéramos un aprendizaje altamente significativo. A lo largo de las intensas jornadas, tuve discernimientos muy poderosos, descubrimientos que me sorprendieron y vivencias que llenaron de alegría y esperanza mi corazón. Uno de esos momentos fue la generosidad y predisposición de Otto al otorgarme 30 minutos de su tiempo, para conversar en privado, sobre cuestiones que un alumno como yo desea plantearle a su querido profesor. Siempre recordaré la humildad, la calidez y la coherencia que Otto me transmitió durante nuestro iluminador intercambio. Me siento muy agradecido por haber tenido esta oportunidad y me sirve para reforzar lo que una frase de la hermosa canción brasileña "O que é, O que é" que cerró nuestro encuentro dice: "A beleza de ser um eterno aprendiz" A mediados del año pasado, tuve la oportunidad de participar en un curso online que resultó ser muy revelador para mí y me regaló un discernimiento muy significativo que me sigue resonando aún luego de varios meses. En uno de los módulos del curso, se habló acerca de las condiciones internas que movilizan a los seres humanos a actuar o no. Luego de cierta reflexión, me di cuenta de que el miedo ha sido una emoción muy potente y constante a lo largo de mi vida, que opera a un nivel no del todo consciente, pero que influencia marcadamente muchos de mis comportamientos y decisiones del día a día. El miedo está conmigo a la hora de trabajar, de criar a mis hijos, cuando salgo de la casa, cuando manejo el coche, cuando realizo una transacción, en fin, su presencia está muy extendida en casi todas las esferas de mi vida. De hecho, cada vez que tengo que escribir estas palabras para luego compartir, siento temor y tiendo a postergarlo (de hecho, este escrito es mi enésimo intento). Me doy cuenta de que mis hábitos de evitación y procrastinación están estrechamente relacionados con el miedo. En definitiva, debo confesar que mi sistema operativo habitual es el miedo.
Esta revelación me visita en un momento de mi vida que gracias a mi práctica personal de Atención Plena, me permite acercarme paulatinamente a mi miedo en vez de reaccionar con aversión, resistencia o intentar ignorarlo o suprimirlo. Por experiencia de décadas, sé que estas estrategias de lucha y eliminación no funcionan, es más, tienden a reforzar e intensificar esta emoción. En base a mis aprendizajes, puedo intentar comprender la función del miedo y de sus numerosas variantes, como la ansiedad, preocupación excesiva, inseguridad, dudas, falta de confianza en uno mismo, etc. Entiendo que es simplemente una emoción que tiene una noble intención y que cumple la función de transmitirme el mensaje de que me proteja ante posibles peligros. Por ende, mi tarea consiste en poder discernir cuándo es necesario y útil hacerle caso a mi miedo y en qué circunstancias esta emoción me limita y me impide evolucionar, cuándo soy un prisionero atrapado en las garras del miedo. La Compasión es el Antídoto para relacionarme con el Miedo que siento En esos momentos en donde el miedo no se justifica, pero aún así resulta paralizante y genera reacciones desagradables en mi cuerpo, mente o en mi conducta, puedo empezar a tomar pasitos de bebé para acompañarme con compasión. La práctica del Mindfulness nos enseña que en un evento difícil podemos tratarnos a nosotros mismos tal como lo haríamos con un ser querido en una situación similar. Entonces, me puedo formular las siguientes preguntas, las cuales me pueden dar una idea de la dirección a seguir: ● ¿Cómo le trataría a un ser amado que estuviese pasando por un episodio de mucho miedo similar al mío? ● ¿Qué palabras, gestos o acciones utilizaría para aliviar su temor? De ese modo, puedo ir explorando las respuestas que van surgiendo a estas interrogantes y así, ir contemplando las diferentes opciones de cómo afrontar lo que me sucede que nacen de una visión más compasiva y no del el pánico, la reactividad o la resistencia, aprendiendo a convivir con el miedo que siento con paciencia, tolerancia y benevolencia. Por último, me conecto con nuestra humanidad compartida, reconociendo que el miedo no es una emoción exclusivamente mía, sino que forma parte del espectro de experiencias que tenemos todos los seres humanos. Miles de millones de personas sintieron, sienten y sentirán temor a lo largo de sus vidas. Con esto en mente, mi perspectiva cambia y hace que deje de tomarme esta cuestión de forma personal, pues recuerdo que "No Estoy Solo" o mejor dicho "No Estamos Solos". Paradójicamente, al conectarme con mi miedo de este modo, comienzo a experimentar una valentía que me sorprende y puedo percibir destellos de un nuevo modo de ser, actuar y vivir. En estos últimos meses, estuvimos atravesando el pico de la segunda ola de la pandemia del Covid-19 en Paraguay y una de las experiencias que aún se repite varias veces al día es escuchar el sonido de las ambulancias.
En un principio, al percibir ese ruido constantemente me generaba una cierta preocupación que progresivamente se fue convirtiendo en una sensación de leve perturbación, pues como consecuencia de los constantes ruidos a cualquier hora me sentía abrumado al darme cuenta de la gran cantidad de personas que eran trasladadas a los hospitales en esos vehículos y de la sobrecarga de trabajo de los conductores de ambulancias que cumplen una labor muy importante en este tiempo de pandemia, pero que me imagino resulta muy estresante por la alta demanda y el tráfico. En un episodio particular, escuchar el sonido de una ambulancia me llevó a sentir una fuerte angustia, acompañada por pensamientos muy pesimistas, así como juicios de valor y reproches por sentir una fuerte aversión por estar en el medio de una realidad que resulta difícil y que nos afecta a todos en mayor o menor medida. En un momento exclamé: ¿Cuándo todo esto va a terminar? Lo inesperado de ese episodio fue que se me vino a la mente una idea de cómo afrontar esos momentos de una forma más sostenible para mí y gestionar las emociones que me generaban malestar cuando escuchaba una ambulancia. Me acordé de la práctica de la Bondad Afectuosa que nos invita a generar buenas intenciones y deseos tanto para los demás como para uno mismo. Me propuse entonces que al escuchar una ambulancia iba a enviarles deseos de bienestar tanto al paciente, al conductor y a los paramédicos que visualizaba se encontraban en esa unidad. Las frases que decía internamente eran: Qué estén seguros y protegidos, Qué lleguen bien a su destino, Qué tengan salud, y qué tengan tranquilidad. Me sorprendí al notar que cuando hice esto, sentí efectos rápidos y beneficiosos en el manejo de mi malestar. Percibí el contraste radical entre dejarme llevar por la desesperación acompañada por pensamientos catastróficos y enviar mis mejores deseos a los integrantes de esa ambulancia. Es un misterio saber si estos deseos les llegaron a esas personas, pero definitivamente mandarles todo lo mejor me sirvió para tranquilizarme y sobrellevar mejor esa situación. Desde que tengo memoria, la ansiedad ha sido parte de mi vida y en sus momentos más intensos llegué a tener ataques de pánico. Quizás, pertenezco a un sector de la población que está “genéticamente” predispuesto a experimentar más ansiedad de lo habitual. Me doy cuenta de que una parte considerable de mi actividad mental gira en torno a preocupaciones sobre el futuro: trabajo, familia, salud, dinero, etc. Estas preocupaciones luego me generan nuevas preocupaciones, miedo, tensión, taquicardias, malestar, insomnio. En fin, un ciclo que se repite una y otra vez.
Por mucho tiempo, sentirme así me generaba aversión, ya que los efectos que sentía eran muy desagradables. Estaba convencido de que mi ansiedad era algo malo, un enemigo contra el cual tenía que luchar, un círculo vicioso que tenía que eliminar de mi vida. Mi lógica me decía que tenía que encontrar una solución, una manera de dominarla. Era imperativo buscar un cambio. Como consecuencia, he intentado muchas estrategias y técnicas a lo largo de mi vida para tratar de ignorar o deshacerme de mi ansiedad, pero sin mucho éxito, pues a pesar de todos mis intentos y buenas intenciones, la ansiedad persistía o incluso aumentaba. Nada parecía funcionar. Hasta que encontré la práctica del Mindfulness (o tal vez, ella me encontró a mí, ¿Quién sabe?) y de a poco mi relación con la ansiedad empezó a cambiar. Me di cuenta de que mi reacción cuando me visita la ansiedad es lo que definitivamente hace la diferencia. Con el paso del tiempo, empecé a comprender que luchar o tratar de deshacerme de mi ansiedad no era la manera más efectiva de gestionarla, ya que requiere de un gran esfuerzo que te absorbe mucha energía mental y te agota. A lo largo de estos años de práctica personal, he aprendido que no hay problema si me visita la ansiedad. Ella es una emoción que forma parte de la vida y que todos los seres humanos experimentamos en algún momento. A través del Mindfulness, puedo relacionarme con mi ansiedad cultivando una actitud de curiosidad, aceptación y compasión. Incluso, puedo amigarme con ella, explorándola con ecuanimidad e intentando conocer el mensaje que me quiere transmitir, pues como cualquier otra emoción simplemente cumple una función, que en su caso es de advertirme de posibles peligros y amenazas que podrían aparecer en el futuro para que yo pueda protegerme. Por otra parte, también comienzo a discernir cuando mi ansiedad realmente no se justifica o si la sobredimensiono. En ese sentido, cuando me surge una preocupación catastrófica sobre el futuro, puedo reconocer que solo es un pensamiento perturbador, un evento mental que aparece y que eventualmente desaparece, como las nubes que cruzan el cielo. Acepto que ese pensamiento ya está ahí y en la medida de lo posible, trato de contemplarlo, sin reaccionar ante él. No hay necesidad de identificarme con ese pensamiento, puesto que ese pensamiento no soy yo ni me define. Progresivamente y con mucha paciencia, voy aprendiendo a hacer las paces con el hecho de que mi mente tiende a preocuparse frecuentemente y que mi manera de reaccionar cuando detecto un pensamiento perturbador determina lo que sucede posteriormente. Si reacciono con resistencia al pensamiento, mi ansiedad persiste; Si me aproximo con atención plena, la ansiedad no resulta tan abrumadora y se disipa eventualmente. No pasa nada si dejo que mi ansiedad me acompañe. Así, la aversión que sentía hacia ella, poco a poco, se va transformando en tolerancia y aceptación. El año 2020, en su mayor parte, muy distinto de lo que muchos nos imaginamos. Quizás empezamos ese año con planes, proyectos, emprendimientos, ideas, viajes, reuniones, en fin, muchas actividades que se quedaron a medias o que tuvieron que ser canceladas o pospuestas debido a la pandemia que aún seguimos atravesando.
A todo lo anterior, se le suman los múltipes cambios en nuestras formas de vivir, estudiar, trabajar y socializar a los que tuvimos que adaptarnos en un período de tiempo sumamente breve a causa de las medidas impuestas para contener la transmisión del virus. Me atrevo a decir que nuestra generación nunca vivió, a una escala tan masiva, todo lo que experimentamos en estos últimos 12 meses: ● Confinamientos. ● Restricciones a la libertad de movimiento. ● Distanciamiento físico. ● Uso permante de elementos de protección personal como mascarillas, alcohol en gel o gafas, entre otros. Se nos presentaron dificultades complejas para seguir adelante en un tiempo tan volátil e impredecible. Esta situación, en menor o mayor medida, afectó nuestra salud mental debido a la constante sobre-estimulación y noticias de la pandemia en redes sociales o en medios de comunicación. Así empezamos a experimentar algunos problemas como insomnio, pérdida o aumento de nuestro apetito, conflictos interpersonales, adicciones tanto a sustancias como a ciertos comportamientos obsesivos y a una amplia gama de estados anímicos como: ● Sentirse con incertidumbre y vulnerabilidad. ● Miedo, estrés y ansiedad. ● Duelo, especialmente si en este tiempo experimentamos pérdidas, ya sea de un ser querido o si nuestra salud se vio comprometida, aunque también pudo haber sido un perjuicio material (trabajo o ingresos). Ante todo esto, es normal sentirse abrumado y sin saber qué hacer. No sorprenderá si algunos llegaron a calificar al 2020 como un año perdido. Un Nuevo Año, Un Nuevo Comienzo El inicio de un nuevo año representa para muchos una nueva oportunidad y un volver a empezar. Con respecto a la pandemia también se vislumbran destellos de esperanza representados por las aprobación de vacunas que a mediano plazo podrían ejercer un rol importante para reducir contagios y, con ello, la ilusión de volver a la normalidad que antes dábamos por sentado. No obstante, nadie sabe con exactitud qué sucederá en los próximos meses. Reconociendo que todo lo que sucede en el mundo exterior escapa de nuestro control, podemos encontrar un refugio en aquellas cosas que aún se encuentran bajo nuestro control personal. En ese sentido, el psiquiatra y sobreviviente del holocausto Viktor Frankl nos recuerda que cuando perdemos todas nuestras libertades, nos queda la última libertad humana: Elegir la actitud con la cual enfrentamos lo que nos toca vivir. Así que este 2021 podemos replantearnos con qué actitud elegimos afrontar el nuevo año. Podemos preguntarnos: 1. ¿Hace falta continuar con aquellos patrones viejos de comportamiento que nos desgastan? 2. ¿Podemos priorizar lo que nos nutre y alimenta el alma, la relación con uno mismo y con las personas que valoramos? 3. ¿Cómo cultivamos hábitos de auto-cuidado? 4. ¿Qué necesito para fortalecer mi salud mental? Naturalmente, nos puede surgir el deseo de querer encontrar respuestas contundentes a estas interrogantes, pero también podemos permitirnos encarar estas preguntas como una invitación reflexiva, en donde simplemente debemos tomar conciencia de nuestras intenciones y explorar lo que sea que emerja con atención plena y apertura. P. D. Me gustaría expresar mi gratitud a Irina Arbo y Kyra Thielmann por sus comentarios y sugerencias para la redacción de este texto. A lo largo de estos años, el espacio de Formación Profesional en Mindfulness ofrecido por Mindfulness Paraguay se ha convertido en un contenedor seguro de aprendizajes conformado por personas valientes que transitan un proceso de crecimiento y desarrollo personal en donde la práctica de la Atención Plena constituye uno de los elementos principales del día a día. Por dicha razón, cada sesión del grupo se convierte en un espacio sagrado y de confianza para compartir las vivencias que nos proporciona esta práctica y al mismo tiempo, entrenar la capacidad de transmitirla con coherencia y sensibilidad, convencidos del poder del Mindfulness para cultivar una vida con mayor salud, bienestar y sabiduría.
Por otra parte, las Compañeras de las 3 Promociones que ya pasaron por esta formación han implementado programas e intervenciones basadas en Mindfulness en diversos contextos, como hospitales, clínicas, empresas, colegios, universidades, instituciones gubernamentales, organizaciones, práctica privada, entre otros, enseñando esta habilidad a profesionales como médicos, enfermeras, psicólogos, personal administrativo, docentes, así como a emprendedores, adultos mayores, niños y al público en general comprometidas con su espíritu de servicio a los demás y en su afán por velar por una aplicación ética de esta disciplina en nuestro medio, varias egresadas del Programa han contribuido a la creación de la Asociación Paraguaya de Mindfulness en carácter de cofundadoras. Sentimos mucha gratitud y esperanza por el valioso trabajo de las instructoras formadas en Mindfulness Paraguay pues posibilitan el acceso y la difusión de esta herramienta a más poblaciones y contextos de nuestro país con mucho cariño, dedicación, eficiencia e integridad. Todos los seres humanos en este planeta, tarde o temprano, pasamos por situaciones difíciles. Esta es una realidad que forma parte de la vida a pesar de nuestro miedo o aversión hacia ellas. Muchas veces esos momentos complicados nos toman desprevenidos, ya que aparecen sin aviso, cuando no nos encontramos preparados para enfrentarlos y es ahí cuando surge el sufrimiento porque nuestra capacidad de afrontamiento no puede manejar lo que nos toca atravesar y sentimos que la experiencia nos sobrepasa.
Una de las maneras que he descubierto en mi vida personal y a través de mi trabajo compartiendo el Mindfulness con otras personas es que en los momentos duros de la vida podemos intentar cultivar la autocompasión, siendo sensibles ante nuestro propio dolor y desarrollando la intención de brindarnos alivio, tratando de contenernos y calmarnos como lo haríamos con un ser querido en un momento difícil. Para ello, podemos desarrollar la capacidad de un diálogo interno con más benevolencia y con gestos de afecto dirigidos a uno mismo, como llevar la mano al corazón o darse un tierno abrazo. La hermosa reflexión que se menciona más arriba y que pertenece a Kristin Neff, psicóloga pionera en el estudio de la autocompasión, nos invita a tratarnos de una manera más tolerante y bondadosa con nosotros mismos cuando estamos transitando una situación que nos causa sufrimiento. Luego de muchos años de maltratarme con palabras y acciones hirientes cuando las cosas no salían del modo que deseaba, he decidido cambiar y cultivar esta manera radicalmente diferente de enfrentarme a las dificultades de la vida, repitiendo en silencio y con un tono de voz afable las siguientes frases: Este es un momento difícil Las dificultades forman parte de la vida Muchas personas también están pasando por esto... No estoy solo Deseo tratarme con amabilidad... Deseo brindarme la compasión que necesito ¿Por qué reemplacé las resoluciones por intenciones?
Hasta hace pocos años era un experto en elaborar una lista de resoluciones de año nuevo que seguían el mismo patrón: al inicio del año me proponía una serie de objetivos que deseaba alcanzar en el plazo de doce meses, tenía mucha motivación y energía para trabajar por esas metas durante varios días, incluso semanas, pero al final terminaba fracasando en mis intentos y justificándome para no sentir el malestar como consecuencia de la decepción de no conseguir algo que podría ser muy beneficioso para mi vida. Afortunadamente, este inicio de año ha sido distinto, pues estoy utilizando una estrategia que me parece más sostenible que la anterior: cultivar intenciones. ¿Por qué? Las intenciones nacen de una visión más integral de nosotros mismos, operan con una energía más receptiva y no están condicionadas a resultados, simplemente nos invitan a abrirnos a la realidad del momento, nos permiten reconocer oportunidades en la medida que van surgiendo y nos brindan la valentía para actuar. Hasta ahora, este nuevo hábito me ha ayudado a transitar las primeras semanas de este año de una forma más ligera, me siento menos abrumado y no ando criticándome ni culpándome cuando cometo errores que me alejan de mis intenciones. Me doy cuenta que estoy desarrollando una nueva actitud cuando no se cumplen las expectativas iniciales que tenía, lo que me permite desactivar el autoataque y dejar ir la constante obsesión por llegar a metas, aprendiendo a transitar el proceso momento a momento, paso a paso. Solamente eso, para mí, ya es suficiente. En enero de 2014 nacía Mindfulness Paraguay. Por eso, estamos celebrando el tercer aniversario del inicio de este viaje de aprendizaje. Hace poco, me preguntaron cuántas personas habían pasado por el Programa de Reducción de Estrés basado en Mindfulness y con esa interrogante en mente se me ocurrió crear este collage con las fotografías de los grupos que completaron el curso a lo largo de estos tres años. Al terminar esta creación, múltipes sensaciones de alegría y satisfacción surgieron en mí al contemplar a cada una de las personas y a los grupos que hicieron posible que la visión de difundir la práctica de la Atención Plena en nuestro país se hiciera realidad.
Consecuentemente, me gustaría expresar mi profunda gratitud a cada una de las personas que depositaron su confianza y compromiso con esta herramienta, así como por las enseñanzas y vivencias que me brindaron durante todo este tiempo. Con este panorama del camino recorrido, se renueva mi motivación de continuar esta humilde tarea de ser mensajero de la Atención Plena en Paraguay, convencido de que esta práctica puede transformar nuestras vidas al permitirnos descubrir y acceder al potencial que ya poseemos dentro de nosotros mismos para aprender, crecer y sanar. ¡Qué todos estén bien y que la práctica de la Atención Plena siga floreciendo en sus vidas! *Artículo escrito por José Godoy para el Diario Especializado 5 Días de Paraguay para su edición del 18.02.2014:
Atención Plena ¿Qué tienen en común los líderes del Foro Económico Mundial de Davos, emprendedores del sector tecnológico de Sillicon Valley y deportistas de alto rendimiento de la NBA y NFL? Todos ellos utilizan una herramienta que les ayuda a reducir el estrés, mejorar la concentración y desarrollar un mayor bienestar lo cual repercute positivamente en su rendimiento. Esta herramienta se encuentra en auge en todo el mundo y ahora también es posible practicarla en Paraguay, se denomina Mindfulness. Mindfulness, conocida en español como Atención o Conciencia Plena, es una práctica que va ganando cada vez más terreno en el mundo corporativo, donde tanto los profesionales de mandos altos y medios deben desempeñarse exitosamente en sus respectivas funciones dentro de un ambiente laboral cambiante caracterizado por presiones constantes, alta competitividad, largas horas de trabajo y la superposición de tareas. Todas estas condiciones pueden provocar un malestar emocional y hacen que muchos consideren a su empleo como la principal fuente de estrés en sus vidas. Es en este contexto donde la aplicación de Mindfulness resulta muy útil, pues a través de su práctica el individuo puede aprender a percibir y responder apropiadamente a los diferentes desafíos diarios en vez de reaccionar de forma automática e impulsiva. El entrenamiento en Mindfulness, consistente en el aprendizaje de prácticas de meditación, respiración y conciencia corporal, puede permitir un manejo más eficiente de los problemas, preocupaciones y emociones, lo cual facilita el proceso de crecimiento y transformación personal. Así como se puede entrenar al cuerpo en el gimnasio para que se vuelva más ágil y resistente, de la misma manera se puede entrenar a la mente para que sea más atenta y flexible, principio que se conoce como la neuroplasticidad. Beneficios Esta práctica no sólo ayuda a reducir la reactividad emocional y los síntomas del estrés, sino también mejora el sistema inmunológico, la creatividad y la actitud, dotando de una mayor energía al individuo para hacer frente a las exigencias cotidianas. En el contexto laboral, sus efectos positivos son numerosos, entre los cuales se destacan una mejora en la concentración, productividad, resolución de conflictos y relaciones laborales caracterizadas por una mayor empatía y comunicación. Todos estos beneficios están científicamente comprobados y el volumen de investigación en torno a la Atención Plena crece exponencialmente. De hecho, tanto el Instituto Nacional de Salud de EE.UU. (NHI, por sus siglas en inglés) y el Instituto Médico de la Universidad de Harvard consideran a Mindfulness como una intervención complementaria dentro de la Medicina de Mente y Cuerpo. Recientemente, un estudio llevado a cabo por la Universidad John Hopkins en base a 47 ensayos clínicos reveló que la práctica diaria de Mindfulness reduce la ansiedad, la depresión y el dolor. En Paraguay En base a dichas evidencias, se puede predecir que la aplicación de esta herramienta en el contexto laboral aumentará en los próximos años y en nuestro medio. El entrenamiento en Mindfulness ya se encuentra disponible en Paraguay con múltiples programas en formatos grupales e individuales. |