En estos últimos meses, estuvimos atravesando el pico de la segunda ola de la pandemia del Covid-19 en Paraguay y una de las experiencias que aún se repite varias veces al día es escuchar el sonido de las ambulancias.
En un principio, al percibir ese ruido constantemente me generaba una cierta preocupación que progresivamente se fue convirtiendo en una sensación de leve perturbación, pues como consecuencia de los constantes ruidos a cualquier hora me sentía abrumado al darme cuenta de la gran cantidad de personas que eran trasladadas a los hospitales en esos vehículos y de la sobrecarga de trabajo de los conductores de ambulancias que cumplen una labor muy importante en este tiempo de pandemia, pero que me imagino resulta muy estresante por la alta demanda y el tráfico. En un episodio particular, escuchar el sonido de una ambulancia me llevó a sentir una fuerte angustia, acompañada por pensamientos muy pesimistas, así como juicios de valor y reproches por sentir una fuerte aversión por estar en el medio de una realidad que resulta difícil y que nos afecta a todos en mayor o menor medida. En un momento exclamé: ¿Cuándo todo esto va a terminar? Lo inesperado de ese episodio fue que se me vino a la mente una idea de cómo afrontar esos momentos de una forma más sostenible para mí y gestionar las emociones que me generaban malestar cuando escuchaba una ambulancia. Me acordé de la práctica de la Bondad Afectuosa que nos invita a generar buenas intenciones y deseos tanto para los demás como para uno mismo. Me propuse entonces que al escuchar una ambulancia iba a enviarles deseos de bienestar tanto al paciente, al conductor y a los paramédicos que visualizaba se encontraban en esa unidad. Las frases que decía internamente eran: Qué estén seguros y protegidos, Qué lleguen bien a su destino, Qué tengan salud, y qué tengan tranquilidad. Me sorprendí al notar que cuando hice esto, sentí efectos rápidos y beneficiosos en el manejo de mi malestar. Percibí el contraste radical entre dejarme llevar por la desesperación acompañada por pensamientos catastróficos y enviar mis mejores deseos a los integrantes de esa ambulancia. Es un misterio saber si estos deseos les llegaron a esas personas, pero definitivamente mandarles todo lo mejor me sirvió para tranquilizarme y sobrellevar mejor esa situación.
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